Nacionalsocialismo


martes, 7 de septiembre de 2010

La Jaula de Londres

Kensington Palace Gardens, números 6, 7 y 8, también conocido informalmente como La jaula de Londres, está compuesto por tres mansiones, propiedad de la corona británica, en un exclusivo barrio al oeste de Londres.



Prisioneros alemanes en manos de los británicos. Fotografías pertenecientes al Archivo Nacional, obtenidas por The Guardian invocando el Acta de Libertad de Información. Las mismas fueron eliminadas poco después por la Oficina de Relaciones Exteriores y fue necesaria una apelación presentada por el periódico para obligarles a volver a incluirlas en el
Alemanes en un campamento de prisioneros en Francia. Fotografía proporcionada por la Cruz Roja

La jaula de Londres fue un centro secreto de tortura operado por Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial. Funcionó entre los años 1940 y 1948. Durante la guerra sirvió para obtener información estratégica sobre el enemigo y una vez finalizado el conflicto, se lo utilizó para lograr que los acusados firmaran sus confesiones por crímenes de guerra, algunas de las cuales fueron presentadas en los Juicios de Núremberg. Así lo reveló el periódico londinense The Guardian, luego de realizar una minuciosa investigación en documentos provenientes del Archivo Nacional, que corroboran lo escrito en sus memorias por Alexander Scotland, el militar británico que estuvo al mando de ese establecimiento durante la guerra.


La importancia de la investigación realizada por The Guardian es invalorable desde el punto de vista histórico ya que proporciona nueva evidencia que no estaba disponible en el pasado y que nos permite revisar la historia y cuestionar las conclusiones basadas en supuestas confesiones de prisioneros de guerra en manos de los Aliados. Debe comprenderse la diferencia entre la aparición de casos de tortura aislados, llevados adelante por individuos particulares; y la institucionalización de la tortura, es decir, el uso de la tortura como política de estado. Esto último pone en tela de juicio toda la evidencia y testimonios entregados por unos gobiernos que lejos de buscar la verdad, se han dedicado a producir evidencia a su favor por intereses políticos. La credibilidad de las pruebas generadas por quienes aplican esos métodos está muy en tela de juicio.

La investigación

Por medio del escrutinio de miles de documentos almacenados en el Archivo Nacional, así como los archivos del Comité Internacional de la Cruz Roja en Ginebra, The Guardian ha establecido lo que le ocurrió a los prisioneros en la Jaula de Londres, así como a muchos otros. Las instalaciones fueron utilizadas para la tortura de un vasto número de soldados y oficiales alemanes, que según el periódico británico, fueron sometidos sistemáticamente a enfermizos tratamientos. En total 3.573 hombres pasaron por el centro, contra la gran mayoría de los cuales había escasa o nula evidencia y sin embargo se estima que mas de 1.000 fueron persuadidos de firmar confesiones sobre presuntos crímenes de guerra. La brutalidad no acabó al terminar la guerra, porque a los prisioneros militares se les unieron un número indeterminado de civiles capturados que fueron trabajados psicológicamente en el establecimiento e interrogados hasta 1948.

Organización

La Jaula de Londres dependía de la división de inteligencia MI19 y estuvo bajo las órdenes del teniente coronel Alexander Scotland, que tenía experiencia en interrogatorios durante la Primera Guerra Mundial, a raíz de la cual fue condecorado con la Orden del Imperio Británico. En 1939, a sus 57 años de edad y estando en retiro, fue llamado especialmente para encargarle el trabajo, debido a su demostrada efectividad para obtener información de los prisioneros. Tenía a su servicio aproximadamente diez oficiales, más una docena de interrogadores e intérpretes y una dotación de guardias seleccionados sobretodo por su altura y características físicas. La Jaula tenía capacidad para alojar hasta 60 prisioneros a la vez y disponía de 5 salas de interrogatorios. El teniente coronel escribió en sus memorias, que ahora forman parte del archivo británico: "Si algún alemán tenía alguna información que nosotros deseáramos, se le extraería invariablemente mediante un largo proceso". En febrero de 1946, Scotland fue condecorado con la Estrella de Bronce por su trabajo al frente de La Jaula de Londres.

Además del abuso físico y psicológico de los detenidos, según los documentos desclasificados se les sometía al hambre hasta convertirles en "esqueletos vivientes" y se les privaba del sueño durante largos períodos de tiempo. La información se obtenía mediante choques eléctricos, palizas hasta dejarles "al borde de la muerte", administración de drogas para hacerles hablar; y un trabajo psicológico que incluía el amenazar a los prisioneros con ejecutarles en el acto o someterles a operaciones quirúrgicas innecesarias. El cabo segundo Tony Whitehead, que sirvió como consultor en psiquiatría para el ejército británico, escribe en sus memorias que tuvo la oportunidad de ingresar al centro de interrogatorios acompañando a un sargento de las SS de carácter dominante que iba a ser interrogado. Tres días mas tarde, cuando volvió para recoger a su prisionero, el hombre estaba totalmente sometido desde el punto de vista psicológico. Casi no levantaba la mirada y a partir de entonces se refería a el como "señor". El cabo inglés escribe que no sabe que le habrá pasado a ese hombre en tan corto período de tiempo.



The Guardian cita una serie de testimonios entre los cuales se cuentan las declaraciones del famoso capitán de las SS Fritz Knoechlein en los Juicios de Núremberg, acusado de dar la orden de ejecutar a 124 prisioneros británicos durante la retirada de los Aliados hacia Dunkerke en 1940. Fue interrogado en La Jaula de Londres en 1946 y posteriormente denunció haber sido torturado por diversos métodos, que incluyeron reiteradas palizas, el ser quemado con una estufa, privación del sueño durante largos períodos, etc. Cuando estando detenido se quejó por primera vez ante Alexander Scotland, fue torturado nuevamente y sostiene que le recomendaron no volver a presentar quejas. La Oficina de Guerra llegó a la conclusión de que había suficiente evidencia para comenzar una investigación pero que eso solo acabaría retardando la ejecución del acusado. En 1939 Knoechlein fue ejecutado utilizando una confesión probablemente obtenida bajo tortura.

Similares acusaciones de tortura fueron presentadas en 1947, cuando 21 funcionarios de la Gestapo y policías fueron enjuiciados por la muerte de 50 oficiales de la Fuerza Aérea Británica que intentaron escapar de un campo de prisioneros cavando un túnel y fueron capturados. Se advirtió a la corte que les juzgaba en Hamburgo, que muchos de los acusados habían sido torturados en la Jaula de Londres. Entre los mismos, se encontraba Erich Zacharias, un sargento de la Policía de Fronteras de la Gestapo. La única evidencia en su contra era su confesión. La MI5 la investigó utilizando las memorias de Scotland y llegó a la conclusión de que el acusado la había firmado solo después de haber sido trabajado psicológicamente en el centro de torturas. Zacharias insistió en que fue víctima de abusos físicos para que firmara. Sin embargo, 20 de los acusados fueron convictos y 14 ejecutados en la horca, entre ellos Zacharias.

En uno de los testimonios de prisioneros que forman parte de los Archivos Nacionales, un periodista alemán de 27 años, que fue interrogado en La Jaula, declaró que anteriormente había pasado 2 años como prisionero de la Gestapo y ni siquiera en una ocasión le trataron tan mal como lo hicieron los británicos.


A diferencia de lo que ocurría en los campos de concentración del Tercer Reich, tanto los soviéticos como los británicos intentaron evitar la indiscreta mirada de la Cruz Roja en determinados establecimientos.

A finales de 1946 el conocimiento de los métodos utilizados en La Jaula de Londres era mas extendido dentro del ejército y empezó a causar incomodidad en los cuarteles a orillas del Rin. Por aquel entonces, la Cruz Roja se enteró de la existencia de La Jaula, solo porque su ubicación fue incluida por error en una lista de campos de prisioneros enviada a dicha organización. El nombre del desconocido campo de prisioneros llamó la atención y en marzo de 1946, un inspector de la Cruz Roja golpeó a la puerta en dos ocasiones, pero se le ordenó que se marchara. En un largo memorandum a la Oficina de Guerra, Scotland se refirió a la divulgación de la ubicación del centro que el dirigía y explicó que había identificado al hombre culpable de esa torpeza y tomado las medidas para que algo así no volviera a ocurrir. También insistió en la necesidad de que la Cruz Roja no fuera admitida porque sus prisioneros eran también civiles que estaban con las fuerzas armadas y en ningún caso, según el, estaban protegidos por la Convención de Ginebra. Argumentaba que si se pretende permitir inspecciones habría que enviar a los acusados de crímenes de guerra a campos en Alemania, en condiciones mas discretas, para ser interrogados ahí con métodos policiales, en lugar de aplicarles los principios de la Convención de Ginebra. A lo que agrega...

“ El secreto mecanismo que nosotros empleamos para confirmar la fiabilidad de la información obtenida, debe ser retirado de La Jaula antes de dar permiso de admisión para inspeccionar el edificio. Ese trabajo llevará un mes en completarse. ”

The Guardian comenta que no está claro que clase de "secreto mecanismo" quería ocultar Scotland de la Cruz Roja.

No fue hasta 18 meses mas tarde cuando los inspectores pudieron entrar al establecimiento. Encontraron poca evidencia incriminatoria pero, según se registró en subsecuentes informes, los 10 prisioneros en peores condiciones físicas habrían sido trasladados a otros campos de prisioneros la noche anterior a la inspección y había evidencia de que todo prisionero que registrara una queja en presencia de los inspectores, habría sido objeto de represalias.

A pesar del creciente número de quejas recibidas sobre La Jaula de Londres, el Comité Internacional de la Cruz Roja eventualmente decidió no hacer nada a través de "canales oficiales", asegurando que su cierre era inminente y porque temía que cualquier acción que tomara pudiera ir en perjuicio de las personas aún detenidas ahí.

A medida que el uso de La Jaula fue disminuyendo en la pos guerra, los interrogatorios se derivaron a centros de internamiento en la Alemania ocupada, donde hay evidencia de que los prisioneros recibieron un trato aún peor. Mucha de la documentación al respecto permanece siendo confidencial. Sin embargo, un campo en la zona ocupada por los británicos pasó a la notoriedad cuando al menos dos alemanes internados ahí, murieron de hambre, de acuerdo con la investigación de una corte, mientras que otros dos murieron a tiros por ofensas menores.


Revelación de la existencia del centro

Entre los documentos del Archivo Nacional se cuenta un borrador de las memorias de Alexander Scotland. Cuando en 1950, el hombre que estuvo al frente de La Jaula de Londres quiso publicar un libro que incluía detalles de como se obtenían las confesiones en el centro de torturas, produjo un escándalo en la Oficina de Guerra de su país. El solo hecho de enviarles una copia para que fuera sometida a censura, hizo que el gobierno movilizara todos sus recursos para impedir su divulgación. En un primer momento, algunos oficiales le suplicaron que se deshaga del manuscrito. Cuando esto no dio resultado, se le amenazó con ser procesado por revelar secretos de estado. Se realizó un allanamiento en su casa de retiro, en Bourne End, Buckinghamshire. La Oficina de Exteriores del gobierno británico urgió a la no publicación del libro ya que a su juicio, este podría ser usado por "agitadores" para defender a "criminales de guerra" (cargo que, paradójicamente, fue demostrado con ayuda de los turbios procedimientos ya mencionados). La MI5 consideró que las actividades llevadas a cabo en el centro de detención, violaban la Convención de Ginebra. El libro fue finalmente publicado, solo después de quitarle todo el material comprometedor, proceso que duró unos siete años. El hecho de que en ningún momento, Scotland temió ser llevado a juicio o procesado por los abusos y no fue posible hacerle desistir de la publicación de su libro por medio de amenazas, pone en evidencia que el militar podría haber poseído importante información que involucrara a sus superiores.