Nacionalsocialismo


domingo, 14 de noviembre de 2010

El Putsch de Múnich 8-9 de Noviembre de 1923


El dia 8 de noviembre de 1923 patriotas alemanes, encabezados por Adolf Hitler, marchan en Múnich para salvar a Alemania del marxismo, expulsar a los socialistas y judíos del poder y formar una nueva Alemania. Este movimiento se conoce como el Putsch de Múnich. Estos patriotas se suman a los cientos de camaradas que dieron su vida por la Idea de Adolf Hitler. Hitler, junto con un contingente de las SA, llegó a la Bürgerbräukeller donde el gobernador de Baviera, Gustav von Kahr, pronunciaba un discurso delante de 3.000 personas. Cerca de 600 hombres de las SA bloquearon las salidas. Hitler, rodeado por sus copartidarios Hermann Goering, Alfred Rosenberg y Rudolf Hess, entró a través de la puerta delantera a las 8:30 P.M., disparó un tiro en el techo y saltó sobre una silla gritando: "¡La revolución nacional ha estallado!". De inmediato se declaró un gobierno provisional en el sitio. Los cuarteles del Reichswehr y los de la policía fueron ocupados por partidarios de Hitler. Este y algunos copartidarios tomaron al Comisario de Baviera Gustav von Kahr y a sus dos hombres más importantes, von Lossow y von Seisser, como rehenes. Al amanecer del 9 de noviembre las fuerzas de Ernst Röhm -entre las que se encontraba el joven Heinrich Himmler- siguiendo ordenes de Hitler ocuparon el Ministerio de Defensa bávaro y se enfrentaron a las fuerzas gubernamentales, sufriendo dos bajas. Mientras tanto, los tres hombres de gobierno retenidos en la Bürgerbräukeller fueron liberados bajo palabra de compromiso con la "revolución" por Ludendorff. Los tres hombres, inmediatamente después de ser liberados dieron órdenes a la policía de acabar con la revuelta y se mostraron firmes en sus puestos. Ante esta situación, Adolf Hitler decide marchar sobre Múnich con el Mariscal Ludendorff a la cabeza, con dirección hacia el Ministerio de Defensa para encontrarse con las fuerzas de Ernst Röhm. Calculaba que la Policía no dispararía sobre estos veteranos de la Primera Guerra Mundial y los acompañarían en el putsch. Un total 2.500 hombres marcharon directamente hacia la Odeonplatz (Plaza Odeon) donde se encuentra el Homenaje a los Héroes de la Gran Guerra conocido como Feldherrnhalle y sitio de paso hacia el ministerio. A lo largo del camino se iban uniendo más personas apoyando a Hitler y al putsch. Sin embargo, una vez arribado a la Odeonplatz se encontraron con una fuerza de policía que les bloqueaba el paso. De pronto sonó un disparo y comenzó un importante tiroteo. Adolf Hitler y Hermann Goering fueron heridos. El último pudo escaparse mientras Hitler fue detenido posteriormente.

Los mártires Los 14 militantes nacionalsocialistas muertos por la policía en la Feldherrnhalle y los dos miembros de la liga paramilitar nacionalista Reichskriegerflagge muertos frente al Ministerio de Defensa de Baviera fueron:


Felix Allfarth - comerciante
Andreas Bauriedl - sombrerero
Theodor Casella - empleado bancario
Wilhelm Ehrlich - empleado bancario
Martin Faust - empleado bancario
Anton Hechenberger - cerrajero
Oskar Körner - comerciante
Karl Kuhn - empleado de hotel
Karl Laforce - estudiante de ingeniería
Kurt Neubauer - criado
Klaus von Pape - comerciante
Theodor von der Pfordten - secretario del Tribunal Regional Superior
Johann Rickmers - ex-capitán de caballería
Max Erwin von Scheubner-Richter - doctor en Ingeniería
Lorenz Ritter von Stransky - Ingeniero
Wilhelm Wolf - comerciante

La "Bandera de la Sangre"

Esta famosa bandera era una bandera con la esvástica (perteneciente a la 5ª sección de la SA y llevada por Heinrich Trambauer) que el 9 de Noviembre de 1923, durante el Putsch de Munich, se empapó con la sangre de los patriotas alemanes (principalmente la sangre de Andreas Bauriedl, quien cayó sobre ella), compañeros de Hitler, que murieron en los enfrentamientos en las escalinatas de la Feldherrnhalle, quedando Hitler herido y resultando muertos 16 nacionalsocialistas.

Así, esta bandera, empapada con la sangre de los primeros mártires nacionalsocialistas, se convierte en objeto de culto, pasando a conocerse como la Blutfahne o "bandera de la sangre", símbolo del patriotismo alemán y del heroísmo nacionalsocialista, llegando a ser custodiada por la SS en la Casa Parda (das Braune Haus) de Munich, sede central del NSDAP. Con esta misma bandera consagraba siempre Adolf Hitler los nuevos estandartes del NSDAP, tocándolos con ella. Su portador fue Jakob Grimminger (fallecido en 1969, a los 77 años), al que puede verse en muchas fotos y videos históricos. Los nacionalsocialistas solían decir de esta bandera: "Keine Fahne ist uns so heilig, wie die Blutfahne des 9. November" ("Ninguna bandera nos es tan sagrada como la Bandera de la Sangre del 9 de Noviembre"). Como curiosidad, citar que durante el tiempo de prohibición de la SA y la SS, esta bandera es escondida por una mujer nacionalsocialista llamada Viktoria Edrich, en su domicilio en el cuarto piso de la Türkenstraße 25 en Munich.




Extracto de un discurso de Hitler pronunciado el 8 de noviembre de 1938 (en la cervecería de Munich donde tuvo lugar el fallido putsch de 1923 ), en el que hace un repaso de los acontecimientos que habrian precipitado la capitulación :

"En 1918, hace 20 años, como he dicho antes, se consumó el derrumbamiento alemán. Se consumó porque solo un ciego podía creer que aquellos días de noviembre fueran la causa y la consumación del destino de Alemania. La causa ya venía de atrás, de muy atrás, y la consumación había dado comienzo años antes; el año 1918 fue tan sólo la culminación del proceso catastrófico (...) Decisivo para el derrumbamiento de Alemania fue la descomposición interna del pueblo alemán , la división de la sociedad en clases. Un fenómeno tampoco nuevo, pues ya había tenido precedentes en el pasado; pero esta vez adquirio una importancia particular y única a través de los impulsores de tal división (...) Cierto es que esta división entre burguesía y proletariado fue aparentemente superada en 1914, pero solo aparentemente. Sabemos que a las pocas semanas o meses de haberse disipado la primera embriaguez del entusiasmo volvió a abrirse de nuevo el antiguo abismo, y que ciertos sectores no ocultaron en modo alguno en aquella época sus intenciones de que Alemania perdiera esta guerra. No me refiero a sectores del extranjero, sino a los de nuestro propio cuerpo nacional. Lo que ocurrió en el periodo comprendido entre 1914 y 1919 o 1918 no fue otra cosa que la repercusión lenta de los manejos de estos sectores.

De año en año podia apreciarse cómo aumentaba esta tendencia de desviar al pueblo alemán cada vez más de su lucha exterior para inclinarle hacia la interior, y como en 1918 estas ideas habían prendido en extensos sectores alemanes: venían a decir que no se trataba en definitiva de una guerra defensiva de la nación alemana frente a un mundo deseoso de agresión y, sobre todo, envidioso, sino única y exclusivamente de una lucha del proletariado contra la burguesía, o de la burguesía contra el proletariado. Se había dejado de creer que el mundo tuviera en realidad malas intenciones respecto a Alemania. No, el resto del mundo no quería en realidad nada contra Alemania. No era verdad que este otro mundo pretendiera quizás robar a Alemania, que tuviera intención de arrebatar a Alemania sus colonias, o echados los ojos al comercio alemán, y mucho menos a los territorios alemanes. Esto eran solo mentiras que contaban al pueblo los alemanes que incitaban a la guerra, porque realmente lo que quería el resto del mundo no era otra cosa que comprensión, una paz sin vencedores ni vencidos. Sobre todo cuando Woodrow Wilson, el gran americano y apóstol ( risas del auditorio ) de una nueva moral internacional se presento con sus 14 puntos , diciendo poco más o menos esto con sus hermosas frases, la gente no se cansó de decir que ahora tenía pruebas convincentes de ello. El hecho real fue que la nación alemana fue perdiendo rápidamente sus fuerzas para luchar frente al extranjero en la misma medida en que las desvió hacia el teatro de la batalla interior. A pesar de ello, el derrumbamiento no se habría producido en 1918, ni, en mi opinión, habría acontecido jamás si el pueblo alemán, arrastrado por su desatinada ceguera, no hubiera terminado por convertir en guerra civil lo que fue, en sus comienzos, una disputa interna. Pero así, tenía que llegar el derrumbamiento. He dicho que tengo el convencimiento de que ni en 1918 ni más tarde se habría producido desplome alguno; y creo tener razón para expresarme así porque estoy convencido de que si el Destino me hubiera puesto o tenido en aquella época en el sitio que hoy ocupo, el derrumbamiento no habría llegado jamás. Cierto que habría habido un derrumbamiento: el de nuestros infames y perniciosos partidos. Ese habría sido ¡ Los hubiera eliminado entonces en la misma forma que los elimine en 1933 ! ( aplausos )"

Fuente: Hitler. Obras completas, Tomo II ( años 1936-38 ) Ediciones Ojeda, 2006.