Díselo a todos Que cada uno se lo diga a si mismo en lo mas profundo de su corazón a cada minuto: Cuando soy débil, mi pueblo es débil. Cuando soy hipócrita, mi pueblo es hipócrita. Cuando desfallezco, mi pueblo desfallece. Cuando abandono a mi pueblo, me abandono a mi mismo. Cuando me opongo a mi pueblo, me opongo a mi mismo. Perder el coraje y el espíritu de iniciativa, significa perder la vida, significa traicionar a su padre y a su madre, a sus hijos y a sus nietos. No hay mas que un medio contra la guerra: ¡la guerra!, contra las armas: ¡las armas!, Contra la bravura enemiga: ¡su propia bravura!, y contra la desgracia: El espíritu de sacrificio. Contra el odio del mundo, la única ayuda es el amor de nuestro pueblo, dispuesto a todos los sacrificios. La debilidad del corazón lo devora todo a su alrededor, como la podredumbre, como entre los frutos, una manzana corrompe a las demás. lo que tu te permites tu vecino se lo permite también. Cuanto tu engañas, el engaña también. Cuanto tu chismorreas, el chismorrea sobre ti. y cuando uno de nosotros traiciona, en fin, cada uno se traiciona a si mismo. Nosotros apelamos a la justicia. Pero hay que merecer también nuestro destino. Quien es indigno cosecha indignidad, quien amistoso, el animo, los mejores, lo mejor. E incluso cuando los dioses rehúsan su ayuda, el hombre integro logra, no obstante, su bendición. Toda vida es peligrosa. No solo se muere ante el fuego. Cada madre arriesga su vida por la sangre de su hijo, perpetuando así a su pueblo. Para preservar la vida, todos arriesgan su existencia, unos para si mismos, su hambre, su propia necesidad, otros por muchos y uno por todos: el héroe en el campo de batalla. Da la vida a todos. Vive en ellos. Por su muerte, los laureles eternos coronen su sueño y sobrevive la Patria. Lo que ha sucedido, continua en activo, tanto lo bueno como lo malo. Que nadie llegue a creer que podría disimular algo, y hacer secretamente el mal. Lo que es sano engendra lo sano, lo podrido, la podredumbre. Nada puede traicionarnos... salvo nuestra propia boca. Nada puede perdernos... salvo nuestro propio corazón. Nada puede herirnos...salvo nuestra propia mano. Nadie puede liberarnos... salvo nosotros mismos.
Will Vesper libro: La Orden SS de Edwige Thibaut
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